Publica EL PAÍS, como el resto de la prensa, y en las páginas dedicadas a la sección de Madrid, que nuestra presidenta de la Comunidad, junto con su colega de partido el alcalde de Madrid y otros cargos públicos representativos de la Comunidad, fueron, otra vez más en representación de todos los madrileños, a renovar como cada 9 de noviembre los votos que hace la ciudad a la Virgen de la Almudena.
No quisiera parecer intolerante, porque no lo soy, con los que opinan o piensan de forma distinta y diferente a la mía, por cuanto estaría transgrediendo el principio de respeto que pido que se me tenga. No.
Pero sí que me parece irrespetuoso por parte de las autoridades públicas y civiles de un Estado aconfesional que en mi nombre y en mi representación, al igual que de todos aquellos que no nos sentimos identificados con ese acto, renueven los votos de la ciudad de Madrid a "algo" que no es mío, ni con lo que me sienta identificado.
¿No es eso abuso de poder? ¿No es eso falta de respeto a aquellos madrileños y madrileñas que, formando parte de la ciudad y de la Comunidad de Madrid, sienten que "les obligan", sin pedir permiso, a renovar los votos a "algo" con lo que no se sienten para nada identificados?
Por cierto, cuando se les pide a nuestras autoridades civiles que asistan a un acto, por ejemplo, de confesionalidad evangélica, no asisten, y alegan excusas injustificadas para no asistir.
Sinceramente, me parece un abuso de autoridad, y no sé si esto es un buen ejemplo de parte de aquellos que, debiendo ser respetuosos con todos los madrileños y madrileñas, se presentan en representación suya, sin petición de que se haga, y mucho menos sin su consentimiento.
Para que luego digan que en este país todos somos iguales y se respetan los derechos de todos los ciudadanos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 14 de noviembre de 2004