Montse Cortés es fiel seguidora de la Iglesia evangélica. Cree en un "Dios jubiloso y abierto a todos", y siempre que puede asiste a misa. Además, tiene otra certeza: que debe hacer flamenco también "para todos", a fin de que eso "ayude a los jóvenes a perder el miedo a entrar en el cante más duro, el que a mí me emociona más".
Con estas premisas, la cantaora catalana (Barcelona, 1972) acaba de sacar al mercado su segundo disco, La rosa blanca (BMG / Sony), en el que no falta un tributo a Jesucristo (Jesús de Nazaret) con letra de Juan Antonio Salazar y la guitarra de su sobrino, Eduardo Cortés, los dos, evangelistas como ella: "Ese tema es para darle las gracias a Dios por todos los demás temas del disco, aunque el pobre Dios debe estar ya hartito de mí".
Con la producción de Javier Limón y las guitarras de Diego del Morao, Niño Josele (dos canciones), Tomatito y Luki Losada (una cada uno), Cortés, afincada en Madrid desde hace cinco años y cantaora desde los 13, ha culminado un disco festivo y alegre, "para ponérselo por la mañana con el cafelito como si fuera una micebrina".
El cante de Cortés, que ha invitado también a los bailaores Farruquito y Farruco a debutar como cantaores en la bulería Un olé a tiempo (escrita por el primero con El Perla), está muy influido por "dos recaderos de Dios": Camarón, cuyo cante admira hasta el punto de tenerlo "siempre presente", y Paco de Lucía, en cuyo grupo ha hecho la última parte de la larga gira de este año. "Dios es Dios, y Paco y Camarón no, pero están tocados por los dones de Dios", concluye.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 20 de noviembre de 2004