YA ES CASUALIDAD que ZP sea del Barça y Aznar del Real Madrid. Ya es casualidad que el ascenso de Mariano Rajoy a las alturas del PP coincidiera con momentos de crisis del Depor y del Real Madrid, y que el Real Madrid, incluso con dificultades, esté muy cerca del Barça. Estas identificaciones son absolutamente bobas, pero los políticos las temen más que a un bicho malo, y más aún las temen los asesores de los políticos, por si alguien las toma en serio y modifica su voto o su simpatía política. A ZP le tenían prohibido decir que es del Barça, aunque un día decidió soltarse la melena y confesar: "Sí, soy culé". También lo es Juan Carlos Rodríguez Ibarra, aunque ahora están enfadados y no podrán confraternizar. "Venga, Juan Carlos, ¿quedamos a ver el partido?". "Te metes a Ronaldinho por donde te quepa". A Ronaldinho, nada menos. Con los dientes que tiene la criatura. "Casi mejor el indulto a Rafael Vera, Juan Carlos".
Pero siempre, con ZP, con Ánsar, con el anterior y con el próximo, siempre, llega un Barça-Madrid para vertebrar España
Será difícil que ZP alcance la ostentación de forofo de su antecesor. Duermen en las hemerotecas aquellos reportajes de indudable valor humano: "Así ve el fútbol José María Aznar". Esas fotos del presidente rodeado de platitos con jamón y caña de lomo entre fuentes de patatas fritas... Ay, aquel presidente recién duchado con su jersey rojo de cuello en pico caído sobre los hombros de una camisa remangada hasta el antebrazo... Ay, aquel tresillo color vino español, aquel amplio salón, aquella televisión panorámica... ¿Puede pedir más un hombre? Sí puede. Y Aznar lo tenía. Aznar lo tenía todo. ¡Aznar veía el partido de fútbol junto a sus ídolos de infancia! Lo más. Son esas cosas por las que merece la pena mandar, como casarse en El Escorial o poner los pies encima de la mesa del señorito. El resto se olvida o te lo desmontan con dos decretos.
Esos reportajes dominicales sobre la importancia de Aznar y su relación con las patatas fritas pertenecen al territorio que hasta anteayer nos parecía lo normal y hoy resulta increíble. Es tan chocante el cambio que provoca graves episodios de desconcierto. Así le sucede a Ana Botella. Cada vez que intenta explicar sus resistencias ante los cambios legislativos sobre homosexuales se lía. "Una manzana es una cosa, dos manzanas son dos cosas; una manzana y una pera son cosas distintas que no pueden dar una misma cosa". Imposible saber si Ana Botella está defendiendo que sólo haya matrimonios entre manzanas o que las peras no adopten un perro. Su perplejidad inspira ternura. Es como el papá que empieza a explicarle al niño de dónde vienen los niños: "Pues esto es como una abejita que va de flor en flor, y de flor en flor, y de flor en flor... ¡hasta que al final se tira a la flor y ya está!". Ana Botella transmite la impresión de estar mordiéndose el labio para no decir: "¡Y que son maricones y ya está!".
Pero siempre, con ZP, con Ánsar, con el anterior y con el próximo, con Bush padre, Bush hijo o Bush nieto, Dios no lo quiera, siempre, siempre, llega un Barça-Madrid para vertebrar España. ¿A quién se le ocurre cambiarlo por un Catalunya-Restospaña? Dirán que no es cambiar, que es además. Algunos piensan que toda la vida es fiesta.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 21 de noviembre de 2004