La simpatía y la buena disposición de las empleadas de la biblioteca municipal de Guadarrama dejan mucho que desear. Nunca entenderé por qué las personas que van a ocupar un puesto de trabajo de cara al público no son sometidas previamente al momento de firmar el contrato a test o pruebas psicológicas que determinen su capacidad para estar detrás de un mostrador. Obviamente, a este tipo de análisis no fueron sometidas las dos empleadas -que no bibliotecarias, ya que ésa es una titulación universitaria de la que carecen estas dos personas- de la biblioteca municipal de Guadarrama. No sólo se niegan a atender al público que llega minutos antes de la hora de cierre -que no de finalizar su jornada laboral-, sino que, además, su actitud es despótica. ¿Qué fue de la frase "El cliente tiene razón?"
Pues bien, no somos clientes, sino usuarios y lectores de la biblioteca, y sus sueldos los pagamos todos porque ocupan un cargo de una Administración local. Cuando fui a sacar un libro tres minutos antes de la hora de cierre, estaban con los abrigos puestos y el ordenador apagado.
Qué prisas, pero ¡qué lástima! Para colmo, o se sacan las normas de la manga o simplemente los horarios que están colgados en las instalaciones no se corresponden con las presuntas normas anunciadas por las bibliotecarias. Pero eso no es todo, el servicio de la única biblioteca del municipio (PP), con más de 12.000 habitantes empadronados, es bastante deficiente, ya que numerosos libros están mal colocados y un libro mal colocado es un libro perdido. Estoy indignada, pero no es para menos cuando desde un puesto público alguien se dirige así a los usuarios.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 23 de noviembre de 2004