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Crítica:NARRATIVA

Memoria herida

El argentino Eduardo Berti quedó finalista del Herralde con Todos los Funes, una historia de amor y literatura que trasciende la influencia de Borges.

Cuando Eduardo Berti (Buenos Aires, 1964) publicó La mujer de Wakefield (Tusquets), la relectura del cuento de Nathaniel Hawthorne se imponía inmediatamente. Así, volvíamos a la decisión del señor Wakefield, a su hiriente alejamiento de la esposa durante veinte años, sólo que en la novela del escritor argentino el punto de vista se situaba sobre la mujer abandonada. La deuda con Borges no era tan evidente, pero estaba. Quién puede escribir lo ya escrito, haciendo con ello otra metáfora, sin que pensemos en el autor de Ficciones. (Quien desee leer su narrativa corta, puede leer La vida imposible (Páginas de Espuña). Ahora regresa Berti con Todos los Funes, una novela en donde las alusiones a Borges se hacen más patentes, aunque la obediencia estética y filosófica no lo sea tanto.

TODOS LOS FUNES

Eduardo Berti

Anagrama. Barcelona, 2004

170 páginas. 13 euros

La novela nos cuenta, con

voz omnisciente, las peripecias de Jean-Yves Fùnes, un profesor de literatura hispanoamericana de casi ochenta años que va en busca de todos los posibles Funes de la literatura del continente americano. Ha escrito un ensayo sobre Funes el memorioso, el célebre cuento de Borges, y se aprestaba a escribir aquel insólito trabajo junto con su joven esposa (y ex alumna suya) Marie-Hélène, proyecto que la inesperada muerte de ésta deja sin realizar. En la historia se van acumulando gente apellidada Funes. Cuando menos se lo espera, Jean-Yves se topa con un igual. Es tal el aluvión de Funes y de las reflexiones eruditas que se desprenden del idolatrado apellido, que todo apunta a un juego literario, un juego mediante el cual Eduardo Berti nos señala la sofisticación y el bizantinismo al que puede llegar la banalización de la literatura. Pero por sobre todas otras consideraciones, incluida esta que acabo de indicar, Todos los Funes es en el fondo una historia de amor. Y de fidelidad y disimulada pena. Debajo del juego, y de su pletórico sentido de la invención, están una red de secretos inviolables que llevan a la impostura (incluida la impostura de la literatura), a la vez que paralelamente conducen a una herida de la memoria que parece que nunca va a cicatrizar. Eduardo Berti ha escrito una novela sin desperdicio retórico, con esa fluidez de la inteligente expectación antes que de la imposición de lo entretenido. Su tono recuerda a esos relatos llenos de humor irónico de Adolfo Bioy Casares. De este escritor (el eterno amigo de Borges), probablemente hallemos en esta novelita perfecta otras señales, el dibujo de la poeta Helena y, sobre todo, ese cruce de drama y desdén por lo trascendente que sus personajes parecen llevar consigo. Algo de aventura mágica también y de homenaje a los fructíferos absurdos confluyen en el talento de Eduardo Berti para hacer de su novela un artefacto narrativo singular.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 27 de noviembre de 2004

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