Me parece muy bien que el Ayuntamiento de Madrid quiera apoyar la lectura, pero, sin entrar en valoraciones estéticas o religiosas, creo que no es de recibo hacerlo mediante la iluminación navideña que adorna este año el centro de Madrid y que invita al conductor a dejar de mirar el coche que tiene delante para ponerse a leer el diccionario que pende sobre su cabeza.
Si ya en las carreteras desaparecieron los grandes carteles para evitar el riesgo de distracciones al volante, ¿puede asumirse, en virtud de la innovación, el riesgo de que el tráfico en Madrid pueda ser aún más caótico y peligroso por las más que posibles colisiones protagonizadas por conductores ávidos de lectura.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 30 de noviembre de 2004