Llegó la fecha, hoy 28 de noviembre se inauguró la iluminación navideña de las calles de Madrid. No me sorprendió, pero sí me enfadó. Una vez más, Ruiz-Gallardón estuvo a la altura de las expectativas que tenía de él, e incluso reconozco que se ha superado. Vaya birria, qué poco esmero, qué poca gracia y nulo interés; no sé si su antecesor le dejó el listón tan alto, pero ni punto de comparación: lo de este año es una tomadura de pelo.
La patochada de las letras está muy bien para pegarse un buen golpe cuando nos fijemos en ellas, o para leer mientras estemos en el macroatasco en que está convirtiendo Madrid este señor y sus sueños de grandeza. Y lo que nos queda, pues entre que tiene el síndrome del topo (de su época de presidente del Gobierno regional) levantándonos multitud de calles con más metro, y que para él (amante como nadie de las obras faraónicas, cuanto más grandes mejor) merendarse la M-30 de golpe no es nada, que para machotes aquí, en Madrid.
Este señor demuestra un desprecio monumental (monumental como él) hacia el madrileño de a pie, claro que, en el tiempo que queda, se tiene que poner todas las medallas posibles y hacerse todas las fotos habidas y por haber ante el mayor número de obras, "si los demás hicieron esto, pues yo más...".
¡Señores, piensen menos en la foto, en la obra y en cómo gastar el dinero y más en el bien común, la gestión equilibrada de las arcas públicas y el trabajo silencioso del día a día! Claro que eso no vende, te exige más y se ve menos. Por cierto, absolutamente todas las actuaciones de la Calle 30 como gustan de llamar a toda la trama que han liado (antigua M-30) están denunciadas por el Colegio de Arquitectos de Madrid (se van a realizar por el método de primero lo hago y luego veremos, y en muchos casos contraviene la lógica y no tiene para nada en cuenta su impacto en el entorno).
Da igual cómo quede todo, que arreen los madrileños con la factura, con cómo quede y con el monumental atasco en que nos va a meter, pero para que don Alberto se haga la foto y figure como nadie, que sea rápido, al fin y al cabo supondrá dinero para los amiguetes de las constructoras, que de esos el alcalde tiene un montón.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 1 de diciembre de 2004