Cuando todavía no había llegado diciembre, la Navidad llevaba con nosotros casi un mes. Nos dicen que cambiamos la hora en octubre para ahorrar energía, y en noviembre, para dar ejemplo, nos encienden las luces de Navidad en calles y comercios. Dos meses consumiendo electricidad innecesariamente y las campañas oficiales gastando dinero de todos para enseñarnos cómo ahorrar energía. Que se lo enseñen a los que demuestran no saberlo y que lo paguen ellos. Esto es ridículo, aquí cada cual hace lo que le viene en gana y la educación siempre es cosa de otros. Si el Gobierno no controla esto, ¿quién lo debe hacer? Todo es consumo y el fin justifica los medios, aunque a la población de a pie nos enseñen otras cosas.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 1 de diciembre de 2004