Las piezas de bronce que forman la escultura del Sagrado Corazón, colocada sobre un pedestal de piedra de 40 metros de altura desde hace 78 años en la plaza de Bilbao que lleva su nombre, están depositadas en una nave industrial de Artigas, a la espera de que la restauración le devuelva el esplendor perdido.
Su larga vida a la intemperie acabó hace tiempo con la pátina original, de color dorado, y pemitió que la corrosión avanzara. La suciedad acumulada y el efecto de la lluvia ácida han sido los principales culpables del ennegrecimiento del bronce. Las filtraciones de agua habían causado un daño mayor: los tornillos de hierro que unían las piezas estaban afectados por la corrosión y en el interior se había formado una balsa de 10 centímetros de profundidad.
Cuando vuelva a la plaza que corona la Gran Vía, la escultura estará protegida para impedir la entrada de pájaros y el daño que las filtraciones de agua han ocasionado.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 7 de diciembre de 2004