El Foro Mundial sobre la Reforma Agraria concluyó ayer en Valencia con una llamada al cambio de modelo productivo como vía para eliminar el hambre y garantizar la supervivencia de 3.000 millones de campesinos. Frente al modelo "dominante", basado en la exportación, los delegados del foro defienden potenciar los mercados nacionales y locales. La declaración final expresa igualmente el rechazo contra la discriminación en el acceso a la tierra y a los recursos naturales por motivos étnicos o de género, y a la violencia que sufren los agricultores en numerosos países.
Los tres días de actividades del Foro Mundial sobre la Reforma Agraria (FMRA) y la conclusión final, que ayer se sometió a la firma de cerca de 600 delegados, dejan claro el parentesco entre este encuentro y el celebrado en la región brasileña de Porto Alegre.
El texto de conclusiones rechaza el modelo "agro-exportador dominante" basado en la "lógica neoliberal", al que responsabilizan de la "creciente concentración" de tierras y recursos naturales; de la alarmante caída del precio que reciben los campesinos por los productos agrícolas, al tiempo que "continúan incrementándose" los que pagan los consumidores, y de un sistema de producción "químico intensivo", causante, en su opinión, de graves daños al medio ambiente y a la salud humana.
Un modelo, finalmente, incapaz de eliminar el hambre, que hoy padecen 800 millones de personas.
Frente a él, el FMRA defiende la potenciación de los mercados nacionales y locales en el marco de la soberanía alimentaria. Una "agricultura campesina y familiar" a la que atribuyen una mayor productividad potencial por unidad de superficie; un menor impacto ambiental; la capacidad de "proporcionar una vida más digna a las familias rurales", y una alimentación más sana y asequible para el conjunto de la sociedad.
El documento pide medidas para acabar con la discriminación en el acceso a la tierra que hoy sufren de forma especial mujeres, jóvenes, y ciertas comunidades indígenas. Y rechaza igualmente la violencia física de la que son objeto millones de agricultores en todo el mundo a manos de los grandes propietarios y de las propias fuerzas de seguridad públicas.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 9 de diciembre de 2004