Cuando recibimos un trato inadecuado, buscamos la manera de darlo a conocer, pretendiendo que, al manifestarlo, no vuelva a suceder. Mi intención es precisamente la contraria: quiero que se conozca, se valore y se aprecie el trato recibido. Es de justicia.
Mi mujer fue ingresada, durante el mes de octubre, en el Hospital San Juan de Dios de Eduardo Dato de Sevilla. Tenía cáncer y, tras un prolongado tratamiento de quimioterapia, se decidió su traslado a ese hospital.
Toda la familia estuvo a su lado, acompañándola hasta el final, luchando junto a ella. Nunca es fácil para las personas que acompañan a un familiar asimilar su pérdida. Para su marido y sus hijas, es de justicia reconocer que en este proceso no hemos estado solos. Y de esta convicción nace la iniciativa de escribir esta carta.
Existe una palabra que encierra el cúmulo de sensaciones que me invade. Gracias. Siento gratitud por el trato profesional e impecable que hemos recibido por parte de los médicos, enfermeros, ATS y hermanos de San Juan de Dios durante nuestra estancia en el hospital. Merecen reconocimiento su apoyo humano, su interés y su ayuda, más allá de su obligación profesional.
Doy las gracias por tener un rato para escuchar, por esas miradas cómplices y cercanas que abrigan; por esas sonrisas de ánimo cuando más lo hemos necesitado.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 13 de diciembre de 2004