Hace aproximadamente un mes, más de medio centenar de vecinos inauguramos las canchas deportivas del parque del Casino de la Reina, en Lavapiés. Un campo de fútbol sala y uno de baloncesto al aire libre. La paradoja era que, finalizadas las obras, nadie abría la puerta para su uso y disfrute. Nadie sabía cuándo ni cómo. Hasta que lo hicimos nosotros.
A día de hoy, las canchas presentan un estado lamentable. ¿Culpa nuestra? No lo creemos. Por un lado, las papeleras están desbordadas, apenas se limpia el conjunto del parque; por otro, las canastas parecen construidas de barro y ya amenazan ruina; los charcos abundan, una de las porterías se quedó sin travesaño y el rocío de la mañana inutiliza la mitad de los dos campos cuando hace un poco de frío, haciendo impracticable el deporte. Y sólo ha pasado un mes.
En Lavapiés llevábamos años esperando unas instalaciones. No había nada. Ahora nos encontramos con este "pastel" fatalmente planificado y mal construido. Con una distribución más lógica cabría, al menos, otro campo de baloncesto. Lo que hay es cutre e insuficiente para la demanda. Aún así nos hemos puesto a jugar.
Marroquíes, dominicanos, lituanos, chinos, gallegos, madrileños, murcianos... La cosa funciona. El ambiente es excelente. Hemos constituido un club deportivo, registrado legalmente en la Comunidad de Madrid. Pedimos a la Administración que no se llene la boca con alegorías al Madrid olímpico cuando en la mayoría de los barrios las instalaciones deportivas son lamentables y escasas.
Nos decepciona también constatar que la oposición en el Ayuntamiento está más pendiente de sumarse sonriente a la foto que de reclamar espacios vivos donde poder refugiarnos de la contaminación, el tráfico, el estrés y la especulación. ¿O es que sólo interesa el negocio olímpico de las constructoras?
En Lavapiés estamos cansados de que se nos examine como si fuéramos un zoológico de células terroristas y okupas. Hay otro mundo, pero no genera ni dinero ni morbo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 13 de diciembre de 2004