Padezco una enfermedad mental desde hace catorce años, además de los problemas derivados de la misma. Me dirijo especialmente a las instituciones y cargos públicos para dar una voz de alarma a los alaveses y vitorianos sobre la dramática situación en la que nos encontramos. Conozco muy bien las condiciones límite en las que vivimos, o subsistimos, muchas personas que necesitamos rehabilitación extrahospitalaria; personas que muchas veces no tenemos familia, estamos abandonados por las instituciones y sólo disponemos de un servicio sanitario y de asistencia social muy saturado, por lo que somos escasamente atendidos.
Somos un colectivo muy amplio, que va en aumento, por ello se nos debe escuchar y ayudar. El problema es de todos, en especial de la clase política. Hay otro tipo de hogares tutelados fuera de las instituciones, creados por asociaciones sin ánimo de lucro, totalmente legales y conocidas por Osakidetza, el Gobierno vasco, la Diputación de Álava, el Ayuntamiento... Las ayudas para éstas no terminan de llegar, se quedan en promesas. Quizá algunos mandatarios no quieren que personas honradas saquen adelante, con mucho esfuerzo, el trabajo que corresponde a ciertos responsables o departamentos, porque pone en evidencia la falta de coordinación y eficiencia.
Doy fe de que hay personas que luchan día a día por estos pisos tutelados y agradezco especialmente la labor de Saturnino García Cuevas y la Asociación Bidegurutzea, que día a día tanto hacen por lo que alguien denominó "los desheredados del primer mundo".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 15 de diciembre de 2004