No es la primera vez, y me temo que no será la última, que leo artículos excesivamente maniqueos sobre la escuela pública y la concertada. El último, de Rosa Cullell, publicado el 10 de diciembre, vuelve a caer en el tópico de la escuela concertada elitista y la pública sin recursos que acoge a inmigrantes con niveles académicos tremendamente desastrosos. No dudo de que esta tesis se fundamente en estadísticas fiables, pero las generalizaciones acarrean siempre inequidad, y no se nos puede juzgar a todos por el mismo rasero. También en la escuela concertada trabajamos con alumnos inmigrantes y con otros que, aunque no lo sean, han dejado tras sí una trayectoria de fracaso escolar muy dura.
Después de 15 años trabajando en una escuela concertada de Ciutat Vella, no aprecio ninguna diferencia con respecto a la problemática que Rosa Cullell nos expone en su artículo. Me siento completamente identificada con sus reflexiones acerca del informe publicado por la OCDE sobre el nivel de la educación en nuestro país. El colectivo de profesores de la escuela concertada sufre también con todo ello y lucha, al igual que en el sector público, por que sus alumnos progresen, aunque con el agravante de que sobre nosotros pende la espada de Damocles del concierto educativo (cuya no renovación acarrearía la pérdida de puestos de trabajo), que no afecta a los profesores de la escuela pública. Deberíamos luchar por intentar corregir las desigualdades entre nuestros alumnos independientemente de si se producen en uno u otro sector. Hagámoslo por ellos..
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 19 de diciembre de 2004