Nos han invadido la privacidad de estar en casa tranquilos, en una vivienda digna y en una escuela digna. Y nosotros estábamos primero. ¿Se imaginan el ruido ensordecedor que producen los motores de los aviones cuando aterrizan, funcionando a todo gas para crear más resistencia al viento y así vencer la fuerza de la gravedad, sobrevolando literalmente el tejado de sus casas? ¿Dónde está el sentido común? ¿Quién invierte tanto de nuestro dinero en proyectos que afectan directamente a la salud pública? ¿Quién y con qué se diseñan estos proyectos?
Ayer a las 17.30 horas, al recogerla de la escuela, mi hija de 3 años me dijo gritando cuando nos sobrevolaba un avión: "Mamá, los aviones vienen cargados de Papás Noeles". Siempre queda la inocencia de un niño que te hace escapar una sonrisa, y a nosotros, a todos nosotros, nos queda la obligación de protegerlos.
¡Sí a la tercera pista, pero con sentido común.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 19 de diciembre de 2004