Irina -nombre supuesto- nació hace 27 años en una ciudad de Siberia y durante dos meses estuvo secuestrada en un prostíbulo de la provincia de Alicante. El chulo que la compró en Alemania -adonde ella fue creyendo que trabajaría en el campo-y la llevó a España sólo le dejó aprender cuatro expresiones en español: "Hola", "¿Me invitas a una copa?", "amor" y "¿Quieres follar?". Fue obligada a dormir por la mañana y a prostituirse de cinco de la tarde a cuatro de la madrugada sin ver un euro, sin saber en qué lugar del mundo se encontraba o cuándo podría salir de aquel burdel de carretera. Y ni siquiera el infierno era eso. El infierno tenía forma de patio interior: "A veces, mi chulo, con sus amigos, borrachos, se ponían en círculo, con sus pistolas, nos sacaban a tres o cuatro chicas al patio y nos pegaban, así, por reírse, puñetazos, patadas, y a mí me daban ganas de que me mataran con su pistola, pero no sabía decírselo. No sabía cómo se decía 'mátame' en español".
Comenzó a beber. "Nada más bajar a la barra pedía un vodka, me emborrachaba, y engordé 20 kilos, y mi chulo me pegaba, porque decía que me había comprado por 3.000 euros delgada". De un puñetazo en la oreja la dejó sorda y de una patada le rompió dos costillas. Continuaba trabajando, todos los días, de cinco de la tarde a cuatro de la mañana. "A veces, los clientes, al ver los moratones, me decían que volverían otro día", añade. "Y yo tenía miedo porque el chulo podía volver a pegarme".
Una noche, desde la habitación, oyó un disparo y gritos de pelea. Luego se presentó la policía, buscando armas. Detuvieron a los proxenetas. No reparaban en ella. Le costó hacerse entender, convencerlos de que estaba allí contra su voluntad. "Les enseñé las heridas, me eché a llorar..."
Desde aquel día han pasado tres años. Irina trabaja ahora en Madrid. No es prostituta. Ha recobrado su vida. Pero lleva poco durmiendo de un tirón: "Durante dos años, cada noche, he soñado lo mismo: voy a cruzar una carretera y se pone delante un coche, y en ese coche va mi chulo".
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 19 de diciembre de 2004