Entender que no puede hablarse sobre el futuro de Gibraltar ni llegar a solución alguna sin tomar en cuenta la opinión de los gibraltareños es sentido común y talante democrático. Digan lo que digan los traficantes de patrioterismo. Las personas importan. El Gobierno ha dado un buen paso al reconocerlo.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 19 de diciembre de 2004