Gracias, Pilar Manjón, por tu lección de dignidad, la de quien lo han perdido todo, pero reclama justicia que ponga cordura en su dolor. Gracias por sonrojar a una clase política preocupada en mirarse el ombligo y que ha olvidado lo fundamental: reparar a las víctimas y evitar que algo así vuelva a suceder. Gracias por tu serenidad, por tu entereza, por tu voz quebrada y valiente, que habló por los que ya no pueden hacerlo. La emoción nubló mis ojos al oír tus palabras, espero que las mías sirvan para calmar tu dolor.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 19 de diciembre de 2004