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Entrevista:OCTAVIO GARCÍA | Jubilado | LA PERSECUCIÓN DE GAYS DURANTE EL FRANQUISMO | Los homosexuales reivindican su memoria

"He pasado 50 años con esta cruz a la espalda"

El Pleno del Congreso acaba de aprobar por unanimidad una declaración en la que se reconoce el sufrimiento de gays, lesbianas y transexuales durante el franquismo. La dictadura utilizó diversas figuras legales para perseguir a los homosexuales (Ley de Vagos y Maleantes, Ley de Peligrosidad Social). Las asociaciones de afectados calculan que más de 5.000 fueron detenidos, y que un número todavía desconocido fue encarcelado. El delito de ser homosexual no acabó con la llegada de la democracia. Todavía en 1978 hubo tres expedientes judiciales. Para los afectados, la declaración del Congreso es sólo el primer paso. Esperan indemnizaciones como víctimas del franquismo, lo que ya ha pedido IU.

"Frío, miseria, hambre, humillación, palos y más palos". Así recuerda Octavio García el año que pasó en el penal de Tefía (Fuerteventura). "Fue en 1954. Hacía 15 años que había acabado la guerra española, y el Gobierno se dijo: 'vamos a limpiar de maricones Las Palmas'. A mí me cogieron porque pedí al hijo de un médico que me pagara. Su madre se asustó y nos denunció a un compadre y a mí a la policía. Era una señora de una familia importante, y nos detuvieron a los dos. A su hijo no le pasó nada". "Mi ficha lo pone claro: me encerraron por homosexual", explica.

Octavio tiene 73 años, pero no olvida el daño que le hicieron. Tenía 19 años cuando aquella detención -la única de su vida-. "Fue una chiquillada. Yo siempre fui un niño bueno", reflexiona ahora. En Tefía se salvó de los trabajos forzados porque era de constitución débil -padece atrofia muscular en ambos brazos-. "En total éramos 90 maricones. Pasaban el día cargando piedras, haciendo muros, sacando agua del pozo. Era como un campo de concentración pero sin cámara de gas". A él le protegió un maestro "porque había trabajado de monaguillo" y se sabía los Evangelios, recuerda.

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Cuando salió en 1955 tuvo que cumplir dos años de destierro en Telde, a 10 kilómetros de la capital. "Yo vivía en Las Palmas, y sólo iba a la comisaría a firmar los papeles", señala con picardía.

Después de pasar por el penal sólo pudo dedicarse a "salir adelante". "Había sido sacristán y repartidor de pan, pero tuve que cambiar de trabajo. Volví a casa, pero mi madre tenía un carácter muy fuerte y nunca pude hablar con ella de aquello. Así que me fui a vivir mi vida. Con antecedentes era casi imposible trabajar legalmente. Le llevé las cuentas a un joyero que vendía a plazo a las prostitutas. También estuve en un hostal de señoritas de tapadillo. Hice de todo hasta que conocí a un señor que me tomó de mayordomo. Con él viajé por toda España y Europa", cuenta.

Octavio vive ahora de sus ahorros y una pensión de orfandad (unos 420 euros al mes). "El apartamento donde vivo es mío. Y tengo una ahijada con tres niños a la que ayudo cuando puedo; le doy 150 euros al mes".

Su mayor ilusión actual es una biografía que le está escribiendo Miguel Ángel Sosa. "Han sido 50 años con esta cruz a la espalda. Con esa amargura, aquella tristeza, el año y todo lo que perdí de mi vida. Contarlo todo ahora es una liberación", resume. El título será una declaración: Viaje al centro de la infamia.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 20 de diciembre de 2004