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VIOLENCIA EN IRAK

El primer ministro francés asegura que no se pagó rescate para liberar a los dos periodistas

Los informadores dicen a su llegada a París que los secuestradores no les maltrataron

A las seis y media de la tarde de ayer, mientras el aguanieve calaba a quienes esperaban a pie de pista, aterrizaba en el aeropuerto militar de Villacoublay, en las cercanías de París, un Falcon 900 que había recogido en Chipre a Christian Chesnot y Georges Malbrunot, los dos periodistas franceses secuestrados el 20 de agosto por el Ejército Islámico de Irak. Chesnot y Malbrunot habían sido liberados el día antes cerca de la embajada francesa en la capital iraquí.

Los familiares fueron los primeros en abrazar y hablar con los periodistas, que bajaron del avión acompañados del ministro de Exteriores, Michel Barnier, y del director de los servicios secretos en el exterior. El presidente Jacques Chirac estaba también en Villacoublay acompañado del primer ministro, Jean Pierre Raffarin.

En una improvisada rueda de prensa ante más de 300 colegas, Chesnot explicó que habían estado en cinco casas distintas. "Al principio, en el sur de Bagdad, era una granja en la que reunían a todos los que atrapaban. Luego nos enviaron hacia otro lugar, encerrados en una especie de ataúdes de cartón, cubiertos de mantas, con los ojos vendados. El primer traslado nos confirmó que no querían matarnos enseguida. Nos dieron champú y pudimos ducharnos".

Malbrunot reveló como habían intentado mejorar su relación con sus secuestradores, que "sin duda eran islamistas de inspiración salafista. Nosotros les explicamos que éramos franceses, que Francia no tenía tropas en Irak, ni empresarios trabajando en la reconstrucción, que nuestro país estaba contra la guerra. Aceptamos que, puesto que había una ocupación parecía lógico que hubiese resistencia".

"No nos han maltratado, es decir, no hemos recibido golpes ni nos han sometido a simulacros de ejecución", dijo Chesnot al tiempo que precisaba que "estar rodeado de gente encapuchada, armada hasta los dientes" no era tranquilizador. "Pero comprendimos que para ellos éramos peces gordos y que podíamos servirles para algo". Raffarin insistió en que "la liberación se ha conseguido sin tener que pagar rescate alguno" y Malbrunot confirmó que los secuestradores no querían su muerte, "puesto que cuando los estadounidenses comenzaron a bombardear Faluya, cerca de donde nosotros estábamos presos, decidieron que era preciso transferirnos". Mientras esto sucedía, 10 funcionarios de la DGST seguían todas las pistas para localizarles y el embajador francés en Bagdad "compaginaba la política del turbán con la de la corbata y evitaba la de la cañonera".

Pálidos, delgados, en apariencia tranquilos, Chesnot y Malbrunot sólo dejaron traslucir el drama vivido a través de unas pocas frases como "el preguntarse si ese día realmente merecía la pena ir a Nayaf" o al decir que "un secuestro se aguanta a base de lógica cartesiana, es decir, de pensar que cada día que pasa te acerca al final".

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 23 de diciembre de 2004