Apenas consigo imaginar el dolor de las víctimas de un atentado cuando ven imágenes del mismo.
No obstante, creo que la censura absoluta no es el mejor camino que se debe seguir.
Estoy de acuerdo en la necesidad de evitar el morbo o/y repeticiones innecesarias, pero, la emisión de ciertas imágenes, entre las que incluyo atentados, accidentes de tráfico, torturas en prisiones, seres humanos hambrientos, horrores de las guerras o cuerpos de inmigrantes ahogados en las playas, contribuye a crear una mayor conciencia social y grandes corrientes de solidaridad con los que sufren.
¿Seríamos conscientes del Holocausto nazi de la Segunda Guerra Mundial si no hubiéramos visto las imágenes?
Vivimos en un mundo en el que la magnitud de las tragedias son percibidas con los ojos y todo aquello que no se ve no existe, es dudoso o tiene menor importancia, ¡qué le vamos a hacer.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 26 de diciembre de 2004