Mi hermana se puso muy enferma en el metro (tuvo un derrame cerebral) el lunes día 20, cerca de las once de la noche, y quedó absolutamente desorientada, sin saber ni dónde se encontraba ni adónde tenía que ir. Pero siempre hay ángeles que están dispuestos a ayudar cuando alguien los necesita: una muchacha joven, latinoamericana y, según mi hermana, muy guapa, le salvó la vida, y la acompañó hasta su casa abrazándola y sujetándola con cariño. Ahora se recupera en el hospital.
Nunca podremos agradecerle sus hijos, sus nietos y sus hermanos lo que hizo por ella de una forma tan altruista y tan hermosa. Si lee esta carta, que sepa que se lo agradecemos de corazón y que ojalá un día podamos ayudarla alguno de nosotros.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 29 de diciembre de 2004