Llego a Madrid procedente de Lima el día 22 de diciembre, aproximadamente a las 14.30, terminal 1 del aeropuerto de Barajas, cola de taxis. Se baja de su vehículo un taxista que empieza a charlar animadamente con el encargado de mantener el orden. Son dos chicos jóvenes y parecen amigos. Al cabo de un instante, el taxista se dirige a la cola de viajeros y empieza a examinarla hasta que llega a una chica joven y alta, negra (manifiestamente extranjera), a la que se acerca y pregunta si "está solita" (varias veces). Cuando le responde afirmativamente (¡la infeliz!), le hace pasar por debajo de la barrera (saltándose toda la cola) ante la mirada de su amigo y la estupefacción de los que estamos allí.
Comprueba la dirección en un papel que ella le muestra. El vigilante se acerca a mirar también y bromean los dos. Suben finalmente al taxi y se van. La cola continúa con el habitual desorden. Los taxistas cogen a los que les da la gana entre gritos e insultos recíprocos y, aunque el vigilante protesta en alguna ocasión, no se le hace mucho caso.
Ésta es la primera imagen del país que se llevan los que entran por la frontera más importante de España.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 29 de diciembre de 2004