En referencia al artículo Los hay que vencen el estrés vacacional a pildorazos, aparecido el miércoles 22 de diciembre del presente año en el suplemento que EL PAÍS dedica al The New York Times, se hace mención a la excesiva medicalización de la sociedad del bienestar (en concreto la norteamericana) provocada por la llegada de las fiestas de Navidad.
Estas fechas que deberían ser, cuanto menos, de disfrute y descanso, así como de encuentro con personas que a lo largo del año no tuvimos tiempo o momento para verlas y compartir momentos agradables con ellos, curiosamente se convierten en problemáticas para determinadas personas, y ahí empieza el individuo a "sufrir" por "no poder estar a la altura de lo que supuestamente se le exige. Estar a la altura de las circunstancias". Es entonces cuando la solución pasa por tomarse una pastillaque modifica el estado de ánimo o actúa como placebo. Hemos rebajado tanto el umbral de tolerancia para soportar situaciones levemente diferentes a la rutina diaria que más bien una sociedad del bienestar parece una sociedad del malestar, ya que ésta ve estrés o peligro en casi todo, y no me estoy refiriendo únicamente a la sociedad norteamericana, sino también a toda la sociedad occidental que necesita, o eso nos pretenden hacer creer, un fármaco para pasar un examen oral, subirse al avión, realizar una entrevista de trabajo, etcétera; en fin, para afrontar la vida misma contribuyendo, eso sí, a alimentar al gran negocio de la industria farmacéutica. Sin embargo, no se habla ni se apela a la propia capacidad de afrontamiento que todo ser humano tiene por el hecho de serlo ni a su orgullo, ni a su capacidad de superación, sino que tómese el medicamento para pasar las fiestas. El colmo, vamos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 3 de enero de 2005