Tengo que discrepar de los argumentos con que mi colega y buen amigo José Álvarez Junco justifica la devolución de varios papeles del Archivo de Salamanca. ¿Por qué devolverlos a unos y no a otros? ¿Por qué condescender con la reclamación de la Generalitat de Cataluña y no con las restantes -decenas, cientos- de partidos, ayuntamientos o Gobiernos autónomos? El Grande Oriente Español existía en 1936. ¿Por qué no hacerle obsequio de la documentación que le fue incautada entonces? Además, la restitución da por supuesta la continuidad política y legal del reclamante. ¿La Generalitat de Cataluña toma su origen y legitimidad de la Constitución de 1931 o de la Constitución de 1978? Ocurre con esto de los papeles lo mismo que con la reclamación de fueros y privilegios por algunas comunidades autónomas, o dígase con el poco afortunado neologismo de "comunidades nacionales". ¿Por qué han de ser destacadas algunas con beneficios tangibles o simbólicos de los que han de carecer las restantes? La democracia tiene una lógica implacable y exige una exquisita igualdad de trato. Mediten sobre ello los que tratan de resolver -ahora sí, dicen ellos, de manera definitiva- el secular problema del Estado español. Y puestos a buscar candidatos a la limpieza étnica, como sugiere el profesor Álvarez Junco al citar a Tudjman y Milosevic, yo le suge-riría -si me autoriza esta petulancia- que variara de hipótesis de trabajo, que se fijara en otros horizontes. Porque hay patriotas estridentes y malencarados alcaldes de tierra adentro y discípulos de Tartarín en todos los campos. Pero es seguro que los profetas armados no militan en el nacionalismo español desde hace décadas.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 5 de enero de 2005