En ocasiones, el comprador de una vivienda suele ser timado por el vendedor, al ocultarle éste defectos que afectan seriamente a la casa y, por lo tanto, a su valor. Suele ser frecuente que estos timos, llamados vicios ocultos, terminen en los tribunales. Y puede que así termine este caso.
A finales del año pasado, el Departamento de Vivienda del Gobierno vasco entregó las llaves de las viviendas de realojo a muchos vecinos de Bilbao La Vieja a quienes se nos ha expropiado la casa. La mayoría aceptamos las condiciones propuestas por el Gobierno, entre otras cosas, porque se nos aseguró que no tendríamos vecinos problemáticos -y hablo de delincuentes-. Casi todas las personas realojadas preguntamos sobre este asunto y a todas se nos aseguró que estas familias peligrosas serían trasladadas a otros lugares. En estas condiciones, y con cierto hartazgo por los meses y meses de retraso en los plazos prometidos por el ejecutivo, firmamos un acuerdo de justiprecio. Lo que no estamos dispuestos a soportar es el engaño del consejero Madrazo, porque si hubiéramos sabido que determinados cuasi delincuentes iban a vivir puerta con puerta con nuestras familias, quizás no habríamos firmado el acuerdo y habríamos optado por reclamar mejores condiciones económicas de las que nos ofrecieron por nuestra casa expropiada -cuyo valor en el mercado está más cerca de los 20 millones que de los 10 en que la valoraron- y nos habríamos ido con nuestro dinero a otra parte.
El consejero Madrazo ha incumplido el compromiso que se nos trasmitió a través de quien negoció los acuerdos y debe tener por seguro que nosotros también vamos a incumplir nuestro compromiso, salvo que ponga remedio a este tema. Y no olvide que, en esto, estamos todos a una
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 5 de enero de 2005