No teman nuestros obispos que se les entrometan el Legislativo, ni el Ejecutivo, ni una ciudadanía española mayoritaria en el terreno sacramental del matrimonio. Ahí tienen ellos su misión pastoral y harán muy bien en ordenar el pasto y defensa de sus fieles, perfilando los modos y maneras de las relaciones familiares de los mismos para que sean testimonio lúcido y atractivo ante quienes las contemplen desde los aledaños de la Fe.
Claro que para que esto suceda, tendrán que esmerarse en entusiasmar a sus "ovejas y corderos" en poner a tono evangélico algunos otros aspectos además de los referidos a las relaciones sexuales, como podría ser la solidaridad fraterna en lo que a pertenencia y disfrute de los bienes se refiere por aquello de: "No se puede servir a dos señores... a Dios y al dinero".
En lo de reconocer derechos civiles o institucionales a homosexuales: primero, desde su fe, reconozcan que quien reparte tendencias sexuales naturales y es fuente de deberes y derechos, es también Creador, Padre y Salvador; segundo, que, si de algo Él es celoso, es de la libertad de sus hijos para usar, que no abusar en sus relaciones, de las capacidades que Él otorga, entre las que no son excepción el placer y la convivencia y esto puede y debe quedar regulado por el Ordenamiento Civil.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 6 de enero de 2005