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Crítica:

Un mundo de aguas luminosas

Con el mar como motivo de fondo, la obra de Urbano Lugrís apostó por un estilo propio que se alimentaba de corrientes como el cubismo o el surrealismo.

La exhibición de 25 cuadros de los fondos de la Colección Caixa Galicia es una buena ocasión para acercarse a la obra del pintor y poeta gallego Urbano Lugrís (1908-1973), un artista que no alcanzó el nivel de reconocimiento de otros de su generación y que sin embargo supo construir un universo pictórico muy personal, con el mar como escenario siempre presente en obras cargadas de referencias oníricas y con una atmósfera que siempre se mueve entre lo natural y lo sobrenatural.

Barcos de distintas épocas históricas, caracolas, peces, sirenas y todo tipo de objetos con reminiscencias marinas son elementos habituales en la obra de Lugrís, un pintor en el que destaca la libertad de acción que le permite cambiar de perspectiva con frecuencia y producir obras que aparentemente no tienen apenas relación entre sí. De esta forma, lo mismo puede retroceder en el tiempo y pintar una panorámica de un puerto gallego de varios siglos atrás, o explorar el subconsciente y reproducirlo a través de un catálogo de objetos, como ocurre en el cuadro Anticuario del puerto.

MARES Y SUEÑOS

Urbano Lugrís

Fundación Caixa Galicia

Rúa do Vilar, 19

Santiago de Compostela

Hasta el 16 de enero

La literatura, la historia y la mitología están muy presentes en la obra de un artista que no se casa con ningún estilo aunque coquetea constantemente con el cubismo, el constructivismo y el surrealismo. Sin embargo, Lugrís no se conforma con ceñirse a alguno de ellos y por eso los combina libremente e incluso se permite hasta bromear e introducir elementos totalmente kitsch en algunos de sus cuadros. El cuidado uso del color y la luz le permite transmitir distintos estados de ánimo y situarnos en mundos luminosos o sombríos, según lo que requiera la ocasión.

En realidad, la presencia

constante del océano en su obra parece un intento del pintor por crear un mundo propio donde se puedan recrear los viajes realizados por una mente inquieta que decidió que el tiempo no debía ser un obstáculo para impedirle conocer los lugares y épocas que siempre había soñado. Cada uno de los detalles plasmado en los cuadros encierra un mensaje que acaba por dotar de vida propia a los objetos inertes allí representados. De ahí que hasta las pocas figuras humanas que aparecen en sus cuadros tengan el aspecto de muñecos sin vida. El mundo diseñado por Lugrís es demasiado perfecto como para que los humanos acaben por estropearlo.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 8 de enero de 2005

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