¿Cuántos millones de lágrimas se necesitan para ablandar el corazón de nuestros banqueros? Ni siquiera con el desastre del tsunami son capaces de anular las comisiones que cobran por las transferencias de donativos. Aún peor, publican anuncios pidiendo a la población que dé dinero a los damnificados, mientras ellos siguen haciendo negocio con la generosidad de la gente. ¿Para qué hablan de ética en la economía, de fundaciones sociales, de microcréditos, si su avaricia no se resquebraja ni con cientos de miles de muertos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Domingo, 9 de enero de 2005