Atribulado por la vorágine de estos días: tensión de compras, apreturas, colas y atascos circulatorios; descreído de reyes y regalos de conveniencia, me encontraba en un nuevo templo consumista y me metí en una enorme tienda de discos.
Recordando una reseña que hace Fernando Neira en EL PAÍS de hace unos pocos días, he sido atraído hacía unas viejas grabaciones de Peter Green y Jeremy Spencer como componentes de Fleetwood Mac y otro trabajo de Rory Gallagher; los he escondido en la cazadora y... ya de vuelta en casa, y por supuesto solo, sin quitarme las botas, tumbado en el sofá y saboreando un tabaco negro, con los ojos cerrados, retrocedía en el tiempo hasta la frontera de los setenta; bien es cierto que apenas he esbozado una leve sonrisa, pero ha sido como una inyección de optimismo en vena.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 10 de enero de 2005