Una viñeta del diario Jordan Times mostraba el fin de semana a un grupo de asiáticos a punto de ahogarse y un barco con representantes de diversas nacionalidades que les lanzan flotadores con forma de corazón. El dibujante reflejaba así la campaña de solidaridad con las víctimas del maremoto del océano Índico, pero la presencia de un árabe entre los rescatadores expresaba más un deseo que una realidad. Ninguna de las monarquías petroleras de la península Arábiga se encuentra entre los 14 donantes que han reunido el grueso de los 4.000 millones de dólares de ayuda.
Arabia Saudí, el país que posee una cuarta parte de las reservas de petróleo del mundo, ha donado 30 millones de dólares, por debajo de Italia, Suecia, Dinamarca o España. Kuwait sólo el pasado domingo elevó a 100 millones los 10 prometidos. Apenas unas migajas de los beneficios obtenidos el año pasado por el incremento en los precios del petróleo.
La ausencia es tanto más marcada cuanto que esas monarquías petroleras están más cerca del lugar de la tragedia, y no sólo geográficamente. Dos tercios de los entre 10 y 15 millones de extranjeros que trabajan en la zona del Consejo de Cooperación del Golfo proceden de los países afectados. En el caso de Aceh, la provincia indonesia más dañada, la población es además mayoritariamente musulmana.
Reacciones individuales
Cierto que algunos árabes han reaccionado a título individual. El príncipe Hasan de Jordania, antiguo heredero del trono y presidente de la Oficina Internacional para Asuntos Humanitarios, emitió un comunicado pidiendo la puesta en práctica de un mecanismo internacional de asistencia. Un saudí ha recaudado 80 millones de dólares de donaciones particulares. Pero tal como subrayaba el jueves el diario árabe Al Quds al Arabi que se edita en Londres, que el emiratí que ha donado un millón de dólares hubiera entregado tres para el zoo de Londres, da qué pensar.
"¿Ha habido alguna ocasión anterior en que los árabes se hayan mostrado generosos?", pregunta durante su escala en Ammán uno de los médicos españoles enviados por Mensajeros de la Paz a Sri Lanka. "Cuando acudimos al terremoto de Argelia, los argelinos se mostraban sorprendidos de recibir más ayuda de Francia o de España que de sus vecinos".
"Los árabes no estamos educados en la solidaridad", lamenta el padre Jalil, párroco de Nuestra Señora de Nazaret, en el oeste de Ammán. La educación es sin duda un factor importante. Pero también lo son los medios de comunicación. Comparadas con otras cadenas, las árabes han dado una cobertura muy pobre del maremoto. Tal vez eso explique la falta de debate en la calle.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 11 de enero de 2005