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CARTAS AL DIRECTOR

El gran argumento

El arzobispo de Pamplona, Fernando Sebastián, ha dado en el clavo. Tacha al Gobierno de "empecinado" en su objetivo de equiparar la unión de homosexuales con el matrimonio: "Porque no lo es, a no ser que cambie la definición literaria, la figura jurídica y la identidad cultural del matrimonio".

El prelado, quizá de forma inconsciente, ha expresado el gran argumento que hace callar en este asunto a la Iglesia. El matrimonio es una institución convencional producto de etnias, culturas y civilizaciones. Transformable con el paso del tiempo y el contenido de la palabra que etimológicamente lo define; por tanto, mutable. Que sepan los obispos para su tranquilidad que la sabiduría constitucional, emanada del pueblo y al servicio del pueblo, sólo ha de cambiar algunos términos para que la ley esté de acuerdo con la Carta Magna española.

También conocen los obispos que el derecho canónico sólo afecta a las conciencias católicas. Es de agradecer, no obstante, que el arzobispo de Pamplona añada: "Por eso, lo homo no es igual que lo hetero, se diga lo que se diga". Y yo añado: ni mejor ni peor. Porque como el arzobispo Sebastián resume: "Todos somos hijos de Dios".

* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 11 de enero de 2005