Estoy indignado. Y más me indignaré mañana, cuando vuelva a introducir 2,50 euros en la máquina expendedora de tiques anti-multa que hay que pagar para aparcar en la vía pública durante dos horas y para cumplir con una normativa, que por muy barata que tasaran, vería injusta. Hasta ayer introducía 1,60 euros por el mismo tiempo.
Sí, señores, para quien todavía no lo sepa, aparcar en la calle, en zona azul, me va a costar diariamente la friolera de 961 pesetas si no hubiera llegado el euro y si no he calculado mal.
Necesidades aparte, que te den tamaño cabe al bolsillo, como diría Quevedo, por dejar dos horas el vehículo a la intemperie, me resulta incomprensible, y esta desorbitada subida, todavía más. A mi hijo, que no lo entendía, este mediodía le he contado un cuento. Invención que quiero compartir con el alcalde de esa ciudad tan querida por mí, porque en ella nací, crecí y me enamoré: Madrid.
"Imagínate que vives en un pueblo pequeñito. Más que Pozuelo, y no piense usted, señor alcalde, que todos los habitantes de este municipio están tocados con la gracia del caballero Don Dinero. Imagina que en este pueblecito hay sólo una panadería. Y piensa qué pensarías tú si, al bajar hoy a comprar la barra de pan que te encarga mamá, en vez de pedirte la panadera los 60 céntimos que te costó ayer, te pidiera 94. Y para que me entiendas mejor, cambia la barra de pan por una chuchería y el dinero de tu madre por el de tu hucha.
Mi hijo lo ha entendido. ¿Y usted, señor Gallardón.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 12 de enero de 2005