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OPINIÓN DEL LECTOR

Viento del Norte

La Inquisición dejó su impronta en cada uno de nosotros, y cuando se trata de posicionarse, la gente, el pueblo, la sociedad, los cultos y los menos cultos, suelen situar al hijo del vecino con Dios o con el diablo. Ese inquisidor que tenemos dentro deja a un lado lo objetivo, lo razonable y lo justo para llevar todo lo anterior al terreno de lo subjetivo, lo que más le interesa. Venimos de una fase de violencia, activa y pasiva, en la cual se ha producido un retroceso en las libertades civiles y sociales. La pérdida del gobierno por parte del PP ha abierto nuevos espacios, espacios que entrañan vías de negociación antes imposibles de imaginar.

La estrategia global del Estado sigue estando en el proceso de Unión Europea y es en éste en el que las nacionalidades más activas, Cataluña y Euskadi, quieren participar con más protagonismo que el que el marco legal actual les permite. En ello les va el futuro y el presente. Por lo tanto, no es de extrañar que, conforme el proceso vaya avanzando, tanto Maragall como Ibarretxe irán subiendo el tono de sus reivindicaciones, por otra parte legítimas: no quieren perder un estatus adquirido fundamentalmente en los dos últimos siglos.

Ellos lo tienen claro, mientras los demás seguimos jugando a la contra, esperando a ver lo que hacen, para desde la miopía estratégica plantear nuestras alternativas. Si el debate está abierto, no es un mal momento para discutir cuál va a ser nuestro papel en el futuro, si seguir siendo la cenicienta de una Europa rica o cambiar de papel. En ese teatro tenemos que plantear nuestras propuestas. Pero me temo que en Andalucía nuestros interlocutores políticos están lejos de teóricos sobresaltos.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 13 de enero de 2005