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COLUMNA

La palabra

No andamos a tortas ¡Dios nos libre! pero ya sabemos que lo de los garrotazos no fue un invento más o menos exagerado de Goya, sino una evidencia dramática del pesimismo que alumbraba su genio observador y crítico ante la incapacidad de dirimir nuestras cuestiones con la civilizada arma de la palabra. Si nos tosen estamos dispuestos a responder tosiendo mucho más alto y si nos vuelven a toser vamos a por la garrota y atacamos. Y sin embargo es hora de vencer ese atavismo y oponerle la fe en las instituciones y las leyes democráticas que nos hemos dado para afrontar cualquier situación, por seria y hasta grave que nos parezca. Viene todo esto, como ya habrán adivinado, a cuento del llamado plan Ibarretxe sobre el que andan algunos apoyando sus dormidas ansias de enfrentamiento sus ganas de sacar a pasear fantasmas españolistas y desmesura nacionalista, por más que creen esos mismos que sólo hay una manera de ser nacionalista, o dos, la vasca y la catalana. No hay territorio que se libre y en todos, por supuesto también en Andalucía, andamos estos días fundiendo y confundiendo nuestra cotidiana realidad con ese plan que verdaderamente planea sobre nuestra tranquilidad como una amenaza. Por cierto, no parece, a la luz de cómo se irán sucediendo los hechos, que sea necesario ponernos a debatir en el Parlamento andaluz sobre el rechazo al plan Ibarretxe, que va a quedar claro, cuando el Congreso de los diputados, lugar en el que el soberano pueblo español, es decir todos, estamos representados, se pronuncie inequívocamente. Por cierto que el PP cae en contradicción, cuando se apresura a pedir que el Parlamento andaluz debata sobre el asunto, y al tiempo considera inadmisible que se haga en el Congreso. Curioso. En todo caso lo inquietante es la exhibición de los furores nacionalistas opuestos, que no se por qué narices me llevan a la terrible imagen del ya mencionado cuadro de Goya. Alguien ha dicho por ahí que frente a toda la desmesura del momento es la hora de una movilización por la sensatez: hagámoslo, opongamos la sensatez al reto del plan de Ibarretxe y a la de los que nos convocan a una cruzada, como si entre los dos excesos no hubiera más que abismo. No es cierto, como diría el vasco y español, Blas de Otero, nos queda la palabra...

* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 13 de enero de 2005