Indignación, estupor y sobre todo miedo: éstas son las palabras que definen lo que he sentido al enterarme de que en el colegio Ramon Llull, donde van mis hijos, Fecsa tiene instalado desde hace muchos años un transformador al lado del aula donde duermen la siesta los niños más pequeños.
Como padre exijo la inmediata retirada del mismo, no me sirve que Fecsa diga que el antiguo transformador se ha cambiado por uno nuevo que ya no utiliza aceite.
No quiero que mis hijos coman, duerman o jueguen a la pelota al lado de no se bien qué aparato industrial que probablemente destila miles y miles de vatios.
¿Los departamentos de Sanidad y Educación no piensan hacer nada al respecto? ¿No hay ningún lugar más adecuado en el barrio donde instalarlo?
¡Es bochornoso, y para más recochineo, al transformador sólo se accede a través del colegio.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 13 de enero de 2005