El alcalde de Madrid afirma que el 90% de los madrileños está a favor de la candidatura olímpica de la ciudad para 2012. No sé si sus cifras son ciertas, pero manifiesto desde aquí mi pertenencia al 10% restante.
Estoy convencido de que en el caso de una hipotética asignación de los Juegos Olímpicos a Madrid los beneficiados por tal designación serían los de siempre: las grandes constructoras, los que reciben comisiones por la realización de obras públicas, los especuladores inmobiliarios y, en este caso en particular, los políticos que capitalizarían y fomentarían la ola de patrioterismo barato que ya nos está invadiendo.
Por el contrario, los damnificados seríamos los ciudadanos que sufriríamos las molestias de las obras, las subidas desproporcionadas de impuestos (por si acaso, ya las estamos sufriendo), las rigurosas medidas de seguridad para proteger los Juegos de amenazas terroristas...
Soy tremendamente escéptico de que tras los Juegos a los madrileños nos quedara una ciudad más habitable y más cómoda que justificara las molestias sufridas.
Tampoco creo que las instalaciones deportivas que se construyeran quedaran como un legado al servicio de los ciudadanos.
El concepto que tienen nuestros políticos del deporte es como espectáculo y negocio, no como una actividad colectiva. Dos datos recientes que me han afectado avalan esta afirmación:
- El precio de los abonos de las piscinas municipales ha subido este año un 12%.
- La cuota para la inscripción en la reciente San Silvestre vallecana (gestionada por una conocida multinacional de material deportivo) ha subido un 25%.
Si en el deporte sólo se nos utiliza como espectadores televisivos y como paganos, lo mismo me da que los Juegos se celebren en Madrid o en París y, en este último caso, al menos me ahorro el coste y las molestias.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 14 de enero de 2005