Los Pirineos, cadena montañosa de cerca de 435 kilómetros que corta el noreste de la península ibérica desde el golfo de Bizcaia hasta el cabo de Creus, en el Mediterráneo, han sido visto históricamente como una frontera física que dificultaba enormemente el tránsito y las comunicaciones.
Filólogos de universidades valencianas, catalanas, aragonesas y vascas, además de un norteamericano, reunidos la semana pasada en La Nucia (Marina Baixa), defienden en cambio que los Pirineos actuaron como un eje vertebrador de las relaciones culturales, económicas y lingüísticas. Una conexión establecida especialmente mediante rutas comerciales y de pastoreo que puso en contacto e influyó entre sí a las cuatro lenguas pirenaicas: el vasco; el aragonés; el catalán, y el occitano, dividido a su vez en las modalidades gascona y lenguadociana.
Las relaciones se establecieron de forma horizontal, indican los filólogos, pero también norte sur, con importantes flujos de gascones que bajaban a pastorear a zonas aragonesas y de occitanos que hacían lo mismo en el área catalana. Y viceversa. Más que políglotas, los pastores debían utilizar una suerte de lengua franca, mezcla de todas ellas.
El contacto entre el catalán y el aragonés, hoy agonizante, se trasladó, con la reconquista cristiana, al Reino de Valencia. La participación de un buen número de aragoneses junto al grueso de repobladores catalanes, señala Josep Martines, profesor de la Universidad de Alicante y coordinador del encuentro, dio lugar a la división lingüística que se mantiene hoy. Los aragoneses procedían en su mayor parte de las zonas que quedan al sur de la depresión del Ebro, lo que vendría a ser actualmente la provincia de Teruel, y hablaban por tanto la modalidad más castellanizada del aragonés.
La influencia entre las lenguas puede observarse en palabras de ascendencia aragonesa existentes en el catalán hablado tanto por los valencianos como en la zona noroccidental de Cataluña. Un ejemplo es palometa (mariposa), que sustituyó a papallona; o amprar (prestar) en lugar de manllevar. El aragonés acogió del catalán términos como bezón, por bessó (gemelo) o espolsar (sacudir).
El profesor Emili Casanova, de la Universitat de València, mostró la adaptación de los nombres aragoneses a la fonética valenciana. El apellido Solbes deriva de Suelves, población de la provincia de Huesca; y el apellido Malonda, de Maluenda, pueblo de Zaragoza.
Entre las palabras de origen aragonés que siguen utilizándose en las comarcas interiores de valencia están por ejemplo ababol (amapola) y rojío (rocío)
Los organizadores del simposio, en el que han participado el Institut Interuniversitari de Filologia Valenciana, el departamento de Filologia Catalana de la Universidad de Lleida, y la Red de Excelencia Europea Tramictek, preparan una segunda edición del encuentro, a celebrarse en Lleida, centrado en los factores económicos, sociales, culturales y antropológicos que incidieron en el desarrollo de las lenguas pirenaicas.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 17 de enero de 2005