La condena a 10 años por un tribunal de Tejas de un soldado cabecilla de los malos tratos a los presos en Abu Ghraib es un paso justo, pero ni mucho menos suficiente ante lo que fue una violación sistemática, y no un caso aislado, de las leyes internacionales y del mínimo sentido de humanidad, por parte de las fuerzas de EE UU y empresas privadas que participan en las operaciones de Irak y Afganistán. O en Guantánamo, un régimen carcelario sin juicio que acaba de cumplir su tercer vergonzante aniversario. Estados Unidos va entregando con cuentagotas a sus países de origen a algunos de ellos, pero la mayoría, unos 550, permanecen aún allí, aunque abogados en su nombre han recurrido más de sesenta de estos casos ante tribunales estadounidenses en reclamación del derecho básico del hábeas corpus.
En Afganistán, EE UU ha puesto en libertad a 81 presos talibanes. Pero los planes de la Administración, filtrados por The Washington Post, de llevar a algunos de los presos en la "guerra contra el terrorismo" a cárceles en Afganistán, Arabia Saudí o Yemen, fuera del escrutinio internacional o de los propios tribunales de EE UU, indican que, lejos de corregirse, Washington persiste en estas aberraciones. Bush considera que, al reelegirle, los votantes han legitimado en las urnas su actuación en la guerra de Irak. Pero la legitimidad política en las urnas de su país, que nadie puede discutir, no implica la legitimidad en sus acciones internacionales.
La organización Human Rights Watch ha puesto el dedo en la llaga al considerar que lo ocurrido en 2004 en la cárcel de Abu Ghraib, en Guantánamo y en la crisis de Darfur ha bajado el listón de la protección de los derechos humanos en el mundo. El genocidio en Darfur ha echado a la papelera de la historia las buenas palabras del "nunca más" pronunciadas no ha mucho tras otras matanzas en África o en Europa. Y los malos tratos propiciados por EE UU a los prisioneros en Irak, Guantánamo u otros lugares son aprovechados por regímenes como el egipcio, el malayo o el ruso para justificar las detenciones indefinidas sin juicio y otros excesos. Debido a estas políticas, todos estamos hoy más desprotegidos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 18 de enero de 2005