Llevamos más de un año con un Gobierno supuestamente catalanista y de izquierdas en Cataluña. Los diarios están llenos de noticias que afectan a la movilidad del área metropolitana y su inminente colapso en un futuro no muy lejano. La red viaria está saturada, y por más cinturones y rondas que se construyan, tarde o temprano acabarán colapsados. Ahora pintan el cuarto cinturón como la solución mágica e ideal. Por desgracia, las inversiones en transporte público siguen siendo insuficientes, y en caso de que aumentaran a corto plazo, no se podrían hacer milagros.
El problema estriba más en el concepto de movilidad, sobre todo por lo que se refiere a los pequeños desplazamientos diarios. Aún espero alguna campaña institucional que potencie el uso de la bicicleta (pero una campaña seria y presente en todos los medios). Aunque la orografía de determinadas poblaciones y la edad de los usuarios condicionan un uso universal, hay que reconocer que las ventajas de su generalización serían múltiples: menos humos y ruido, ahorro de tiempo, menos congestión del tráfico, menos gastos de transporte, más salud para los ciclistas... La voluntad de muchas personas se ve frustrada por la falta de carriles bici y de seguridad. No olvidemos que el 20% de los ciudadanos que cogen el coche cada día en Barcelona ocupan el 65% de la vía pública, que es de todos.
Desde aquí quiero hacer un llamamiento serio al uso de la bicicleta y a su potenciación institucional. Se trata de una inversión pequeña, comparada con el coste de algunas infraestructuras faraónicas, que apuesta por la calidad de vida de todos los ciudadanos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 24 de enero de 2005