Selecciona Edición
Selecciona Edición
Tamaño letra
COLUMNA

Pragmatismo

Todo hecho memorable comienza y termina en una historia de amor. Las circunstancias se han puesto de acuerdo para que los valencianos afrontemos a la vez la reforma del Estatut d'Autonomía y la aprobación de la Constitución Europea. No sabemos si se trata de dos fenómenos complementarios o antagónicos porque, al mismo tiempo que la Unión Europea amplía sus horizontes y sus fronteras, aquí asistimos a acontecimientos, cuanto menos contradictorios, que nos retrotraen a épocas en las que se recurrió a la utilización de las señas de identidad autóctonas -y la lengua lo es- para conseguir réditos electorales a costa de envenenar el clima civil.

Hace años, para algunos, el reto europeo era una meta que parecía inalcanzable. Hoy es un hecho pujante e incuestionable. No podemos olvidar que hubo quienes lucharon, sufrieron y se comprometieron por una causa que ahora disfrutamos sin apenas darle importancia.

Recientemente leía un libro que fue principio de muchas cosas: La via valenciana, del malogrado Ernest Lluch, que fue premio Joan Fuster de Ensayo en 1975. En sus frases iniciales se decía: "La no entrada al Mercat Comú per raons polítiques col.locava davant d'un problema que les forces vives eren incapaces i, el pijor de tot, impotents per a resoldre".

El tema no era baladí porque las referencias a la dimensión europea eran constantes y motivaban, en gran medida, el trabajo intenso y las reacciones de quienes sentían palpitar la realidad de un pueblo a partir de los hechos consumados y sus propias contradicciones.

Ahora nos enfrentamos a la decisión de respaldar la Constitución Europea aprobada por el Parlamento de Estrasburgo. Es posible que no sea la Carta Magna que cabría desear para una Europa ideal, pero ha sido el texto posible después de un largo debate en el que nadie ha resultado vencedor y todos han cedido una parte de sus aspiraciones. Es muy importante cuando se habla de una Europa unida en la diversidad. Hubo hombres cabales como el propio Ernest Lluch, que resultó asesinado el 21 de noviembre de 2000 por su militancia en pro de la tolerancia y el diálogo. Se compaginaron humanidades del rango de Vicent Ventura, Joan Fuster, Martín Domínguez, Joaquín Maldonado, Alfons Cucó y otros muchos que se dejaron la piel en el intento de acelerar un proceso que a todos acuciaba.

Hablar de Europa era entonar el himno de la libertad y ahí no cabían concesiones. Ernest Lluch era un "home de pau i diàleg". La Constitución Europea es la posible y el viejo continente no puede permitirse el lujo de frenar en seco su evolución. La Unión Europea, incluidos sus miembros escépticos, es un ejemplo de lo que puede derivarse a partir de un choque brutal, como lo fue la segunda Guerra Mundial, y de una reflexión de la que no han sido capaces de excluirse los que no creen en ella. Nos va en ello la viabilidad de un futuro mejor y más solidario. El Estatut d'Autonomia habrá de ser reformado y las fuerzas políticas tendrán que dejar patente su generosidad para conseguir la capacidad de convocar elecciones, el aumento del techo competencial y la rebaja necesaria del porcentaje de votos necesarios para conseguir representación en las Cortes Valencianas. Tres logros para transmitir motivación y vitalidad al panorama cívico.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 24 de enero de 2005