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Crítica:DANZA

Borrar la escalera desnudos

La seriedad de Elena Córdoba y la linealidad de su trabajo de gran formato quedan de manifiesto en esta obra dura, acerada y concisa donde despliega sus maneras de ver la escena con un uso tan despiadado como eficaz de los bailarines y sus desnudos.

Parafraseando el título de Duchamp, los artistas "borran" la escalera por la que suben; a medida que agotan peldaños y señales, se encuentran más vulnerados y desprovistos de senda de regreso. Eso refleja la escena final, una especie de fresco donde el estatismo más que reposo sugiere la gesta del vencido. Fuerte y directa, ésta es su mejor obra creada hasta hoy.

Hay, asimismo, una gran carga emocional dispuesta a través de secuencias donde se dan cita el teatro del gesto perfumado de crueldad ("¡Salta, Josu, salta otra vez"!), una metafórica animalística repleta de connotaciones sexuales, ansias de dominación y hasta de desdoblamientos.

Invertebrados / Elena Córdoba

Silencio: coreografía: Elena Córdoba; luces: Carlos Marquerie; textos: Antonio Fernández Lera. Teatro Pradillo, Madrid. 22 de enero.

Me impresionan especialmente la madurez de María José Pire -hace años es la musa constante de las coreografías de Elena Córdoba-, la distancia elegante de Camille Chanson y la contundente presencia de Josué Naval, sus movimientos densos -que no parecen venir propiamente de la escolástica de la danza, aunque sí son hermosos: los brazos en cruz, por poner un ejemplo- y una respiración sonora, inquietante, que enlaza con lo que Córdoba quiere dejar escrito en el aire: de cualquier ejercicio se puede hacer confesión y de cualquier roce puede aparecer una gran herida.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 24 de enero de 2005