La galería Contraluz de Pamplona está exponiendo estos días una selección de fotografías realizadas por el veterano fotógrafo Santiago Bernal (Segovia, 1927). Desde su tierra castellana nos trae el recuerdo de un pasado todavía cercano donde se descubre el discurrir de la vida en las labores del campo, la merienda en la taberna con el inseparable porrón de vino, los niños en sus juegos, las mujeres restregando la ropa sucia sobre una piedra plana a la orilla de un arroyo o a los más ancianos buscando el calor en una pared orientada al sur. Son imágenes que llegan del alma y descubren la riqueza de la vida cotidiana en tierra de agricultores. El tratamiento compositivo es sencillo, la luz siempre acertada y las emociones repletas de una agridulce nostalgia.
La trayectoria de este fotógrafo está marcada por una actividad inusitada. Su ilusión y vitalidad se reflejan en las numerosas actividades desarrolladas a favor de la fotografía en su tierra. Desde la Asociación Fotográfica de Guadalajara ha promocionado desde la década de los años sesenta del siglo pasado numerosos coloquios, exposiciones, recopilación de fotos antiguas y unas exitosas jornadas internacionales de fotografía. En este autor aficionado y verdadero autodidacta se reúnen las condiciones de uno de los más dinámicos promotores de la fotografía contemporánea y también uno de los grandes recuperadores de la memoria gráfica de Castilla la Mancha.
A la vez que esta exposición, la Asociación Fotográfica de Navarra ha publicado su revista anual Contraluz con un portafolio dedicado a Eduardo García. Este joven autor terminó sus estudios en 1998 e inmediatamente se incorporó a una fructífera carrera profesional primero en la agencia Zoom de Barcelona para después continuar como free-lance en distintos periódicos y revistas. No cabe duda que sus fotografías están apegadas a lo más estricto del fotoperiodismo aunque por momentos lo entrecruza con tomas más próximas al estilo publicitario donde se prima con esmero la belleza impactante. Este mestizaje genera una riqueza especial en su series El circo, El metro de Barcelona, Oro negro, refiriéndose a la minería del carbón, o en un reportaje sobre la India.
Además de los trabajos citados no podemos pasar por alto las páginas de la revista donde se presenta el curioso trabajo de Juan Cañada titulado El niño y la montaña o el recordatorio de Pío Guerendiain en la sección de Quién es quién. También resulta esperanzador el anuncio de la celebración este año 2005 del cincuenta aniversario de la asociación y la promesa de importantes exposiciones y la publicación de un libro donde se recoja toda la historia de este grupo de fotógrafos.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 25 de enero de 2005