He aquí un texto, el de Jaime Pujol, que no deja de desarrollarse en el tiempo a partir de diversas tentativas escénicas. Pese al título, de resonancias cortazarianas, pesa más una mirada a lo Edward Albee, aunque de Cortázar se conserve la circulación ilusoria. Pero se trata de un Albee, digamos, posmoderno y nada trágico. En lugar del drama, aquí se coloca la pirotecnia verbal y un humor inteligente que a veces se utiliza como autoparodia de los personajes.
Una sucesión de breves escenas, algunas de ellas emparentadas entre sí, se desarrollan en un banco de un parque público, un espacio muy felizmente iluminado por el recientemente fallecido Josep Solbes (a quien se dedica el espectáculo), de modo que en ocasiones hay retazos de historias que se entrecruzan o se abandonan sin concluirlas del todo, como obedeciendo al componente azaroso que sugiere el escenario elegido. El trabajo de los actores, algunos muy conocidos por sus intervenciones en series televisivas, es correcto y de mucha confianza, en un montaje en el que hay más literatura que acción, más esbozo de situaciones de mayor calado que resolución -por lo demás, desdeñada desde los propósitos de la obra- de lo que en ellas se plantea.
Continuidad de los parques
De Jaime Pujol, por Dramaturgia 2000. Intérpretes, Fernando Andina, Víctor Clavijo, Joaquín Climent, Darío Paso, José Luis Patiño, Carolina Román. Iluminación, Josep Solbes. Vestuario, Joan Miquel Reig. Escenografía, Acevedo & Bolta. Música, Fernando Velásquez. Dirección, Jaime Pujol. Teatro Talía. Valencia.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Sábado, 29 de enero de 2005