Cuando el Santo Padre habla de la solidaridad en el reparto del agua, está repitiendo la doctrina de la Iglesia sobre las necesidades básicas de las personas. Y eso tiene muy poco que ver con el agua para las piscinas privadas, para las urbanizaciones de lujo en las costas y para los campos de golf. Para dar de beber al sediento no hace falta ningún Plan Hidrológico.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Lunes, 31 de enero de 2005