Visto lo visto en el Congreso el ya histórico martes 1 de febrero, donde se escenificó un pseudodebate sobre la reforma del Estatuto vasco, ya estamos ante una nueva fecha para que en Euskadi pasemos por las urnas. Será un poco antes de lo previsto, aunque esto no importa mucho. Lo importante es que se ha perdido una buena oportunidad para avanzar hacia una normalización del país y que, una vez más, el problema de fondo no se soluciona. Y este problema de fondo no es otro sino saber quién es el sujeto de decisión sobre el futuro de Euskadi: si los que vivimos y trabajamos aquí, o si es el conjunto de los ciudadanos del Estado. Muchos lo tenemos claro. El pueblo vasco existe como tal, y aunque nunca haya tenido un Estado propio, no por ello deja de ser una nación europea con derecho a tenerlo, si así lo manifiestan sus habitantes democráticamente.
Pasarán las siguientes elecciones autonómicas y lo más probable es que los partidos que apoyan al Gobierno de Ibarretxe ganen con más contundencia aún que hace cuatro años. Y volveremos a empezar. Volveremos a tener enfrente la voluntad de los vascos y la voluntad del Gobierno español. ¿Hasta cuándo, señor Zapatero.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 4 de febrero de 2005