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Necrológica:

Ingemar Simonsson, defensor de los derechos humanos

Ingemar Simonsson, pastor de la Iglesia sueca con una intensa y controvertida participación en los problemas de su tiempo, falleció en la ciudad de Malmö en un accidente de tráfico a los 73 años.

Como hombre de iglesia, fue consecuente con el mensaje del evangelio y estuvo siempre sin vacilaciones junto a los oprimidos y discriminados. Predicó y practicó la tolerancia, la capacidad de escuchar y comprender razones que sus propias convicciones rechazaban. Pero sobre todo, fue un hombre que vivió como predicó.

Su nombre apareció por primera vez en los titulares de los diarios en 1968 en las manifestaciones contra la celebración en Suecia de un partido de tenis de la Copa Davis entre el equipo de Suecia y el de Rodesia, entonces bajo régimen de apartheid. Treinta años después, en una entrevista en el diario Sydsvenskan explicaba su actitud. "Cuando jugadores de mi país iban a disputar un partido con los de un Estado inequívocamente racista, no tenía otra alternativa que participar en la protesta si quería conservar mi credibilidad, no sólo ante los demás, sino ante a mí mismo". Desde entonces, Simonsson estuvo siempre ligado desde el púlpito, las manifestaciones o el debate periodístico, a la lucha contra cualquier injusticia.

Viajó a Chile y Argentina en la época de las dictaduras militares, cumplió arriesgadas misiones de solidaridad y conoció directamente a las víctimas del terrorismo de Estado en esos países.

Su campo de acción en Suecia fueron principalmente las ciudades de Malmö y Lund. Fue el primer pastor que consagró una unión entre parejas homosexuales, su parroquia sirvió muchas veces de refugio a inmigrantes perseguidos y el movimiento de los sin techo de Malmö le concedió un premio honorífico por su solidaridad.

Ingemar Simonsson fue un hombre controvertido incluso dentro de su propia iglesia y tuvo adversarios ideológicos, pero su integridad moral lo preservó de tener enemigos.

* Este artículo apareció en la edición impresa del Martes, 8 de febrero de 2005