Sobrevivir en un pueblo como es Villamanrique o en algún otro de la comarca de Doñana es tarea complicada.
Nuestra milenaria presencia junto a Doñana ha servido ya no tan solo para amar y respetar nuestro entorno sino que ha hecho que nuestra cultura y forma de vida se vea enraizada a la imponente y maravillosa naturaleza que nos rodea, identifica y llena de orgullo.
Ultimamente, nuestra situación privilegiada parece resultar incómoda para algunos que tan solo pretenden alterar el orden establecido entre nuestros pueblos y su entorno.
Las últimas medidas, sin justificación aparente, como es el cierre total de la Raya Real a todo tipo de tránsito rodado, debido a la proliferación de un grupo de incontrolados ajenos a estas poblaciones que la mal usaban como pista de carreras, ha servido, una vez más, de coartada para que las autoridades corten por lo sano y nos hace pagar las negligencias de otros; el tan llevado y traído tema de la carretera de Villamanrique-El Rocío, con las supuestas muertes por atropello de varios linces que, mientras no se demuestre lo contrario, hace sospechar de la malintencionalidad en esas muertes que algunos aseguran y muchos dudamos... Hacer ahora imposible una convivencia ancestral y que, por culpa de unos pocos que ni la conocen ni respetan, pretenden poner en peligro para volvernos en su contra y hacer poner en peligro la convivencia y armonía que desde siempre nuestros pueblos han mantenido con Doñana y su entorno. A eso no hay derecho.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Jueves, 10 de febrero de 2005