La duda sobre si ha terminado el repliegue de la guerrilla colombiana más poderosa, las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), asalta a la población del país, después del tercer golpe sufrido por las Fuerzas Armadas en los últimos ocho días, que en total han causado la muerte de más de 40 soldados.
El último tuvo lugar el pasado miércoles en la región de Urabá, cerca de la frontera colombiana con Panamá. En esta zona, clave por su valor estratégico en el control del narcotráfico, 19 militares -entre ellos, un oficial- perdieron la vida cuando, según el Ejército, trataban de evitar la toma de una población indígena por parte de los guerrilleros.
Según el general Carlos Alberto Ospina, comandante de las fuerzas militares, en el combate murieron 11 guerrilleros. Para él, este hecho fue distinto a lo ocurrido al sur del país, en el Putumayo, el pasado 2 de febrero, cuando 8 militares y un civil murieron al pasar por un campo minado; en Nariño, el 1 de febrero, 16 soldados murieron y 24 quedaron heridos en un ataque sorpresivo de las FARC a una base militar en Iscuandé.
En esta ocasión se trató de una acción ofensiva del Ejército. "Lo que se hizo fue evitar que las FARC atacaran a la población y que comenzara a tener control sobre Urabá", afirmó el alto oficial en conferencia de prensa.
Elecciones de 2006
Según el analista Alfredo Rangel, director de la Fundación Seguridad y Democracia, estas acciones "marcan el comienzo del fin del repliegue de las FARC", y afirma que, aunque probablemente estos grupos no realizarán una "contraofensiva masiva", la situación podría empeorar a medida que se acerquen las elecciones de 2006, en las que el presidente, Álvaro Uribe -gracias a una ley de reelección aprobada recientemente en el Congreso-, será un candidato más.
Para Rangel, el presidente debería atenuar su "iluso triunfalismo" y aceptar que el enemigo es aun un adversario fuerte y no ha sido debilitado de manera crítica.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Viernes, 11 de febrero de 2005