José María Fidalgo tiene, por supuesto, todo el derecho a defender el sí a la llamada Constitución europea (EL PAÍS, 12-2-05). Ahora bien, no debe ocultar la realidad del sindicato y no debe hacerlo en nombre de una posición crítica. Debería decir que no ha habido debate sobre el tema en la estructura y bases del sindicato (sólo en el órgano de dirección) y que en CC OO no hay una posición unánime.
De hecho, el Sector Crítico, que obtuvimos apoyos entre un 25% y un 30% en el último congreso, defiende el no por razones de tanto peso como que: no es una auténtica Constitución que nazca de la soberanía de los pueblos; no es la Constitución para la Europa social, sino que insiste en los contenidos neoliberales (reformas laborales, ataques a los servicios públicos, recorte de gastos sociales); no es una Constitución democrática (da plenos poderes a instancias sin ningún control como la Comisión Europea y el Banco Central); no es la Constitución para la paz (subordinación a la OTAN y más gasto militar); no es la Constitución de la fraternidad con los 20 millones de inmigrantes; no es "un paso adelante", porque de ser ratificada, se blindaría este texto para medio siglo, al ser necesaria la unanimidad para modificarla. En esta posición coincidimos con sectores sindicales de aquí y de Europa, como la CGT francesa.
Por último, que Fidalgo defienda el sí sin complejos, pero que no diga que lo hace "desde el pensamiento crítico que siempre tiene que guiarnos a los sindicalistas". Él no lo tiene: siempre adopta la respetabilidad de lo políticamente correcto. Y en el sindicato se ha convertido en martillo de herejes: reprimiendo precisamente a sus críticos (acaba de perder un segundo juicio por expulsar al secretario del transporte de Córdoba por convocar una huelga en Telefónica), excluye de toda responsabilidad en la dirección a más del 40% de la misma y, lo más reciente, es que se dedica a convocar las ejecutivas (las cinco últimas) por la mañana, cuando no podemos asistir los que no estamos liberados y tenemos la mala costumbre de ir a trabajar a diario.
* Este artículo apareció en la edición impresa del Miércoles, 16 de febrero de 2005